
La calificación por Ana Mato como «violencia en el entorno familiar», del asesinato de una mujer por su «pareja sentimental», hombre, levantó las alarmas del progresismo con Leire Pajín a la cabeza, censurando a la nueva ministra de Igualdad por no utilizar el término «violencia de género», que es lo exigido por el manual de lo políticamente correcto para denominar a esta clase de violencia.

Pues bien, la semana pasada un hombre travesti y transformista degolló a hachazos a su ex pareja, otro hombre; y hace unos días una mujer, mató por asfixia a su pareja, otra mujer. Ante la sensibilidad de doña Leire y compañía con las calificaciones de la violencia, surge la razonable duda sobre la denominación de estos dos últimos asesinatos: de hombre contra hombre y de mujer contra mujer. ¿Son también casos de violencia de género, o la teoría de género elimina toda esa pluralidad de géneros que predica y reconoce para otros menesteres, y cuando se refiere a violencia entre parejas o ex parejas, sólo es violencia de género la del hombre contra la mujer?
El progresismo reivindicador de la teoría de género debería comenzar a clasificar las violencias según los géneros implicados en cada caso, o dejar de utilizar el término violencia de género exclusivamente para solo una clase de violencia. Aunque solo fuera por coherencia.
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